jueves, 31 de octubre de 2013

Hermoso Regalo a la Casa Amar-i-lla


La vida urbana produce un flujo de fuerzas encontradas, y en ningún caso homogeniza, las marcas de la violencia, no obstante su poder y la capacidad de atemorizar, no logran fijarse como las únicas huellas en los contornos donde predominan; valores que se inscriben en las tradiciones de la sociedad perviven en medio de los antivalores, que en esencia son circunstanciales. Las pulsiones de conservación circulan en ambientes rodeados por pulsiones destructivas; en última instancia el sujeto elige. Los procesos estéticos tienen el poder de atraer y competir con las manifestaciones violentas. Esto explica la obstinación del grupo de jóvenes del barrio Santa Cruz que, optaron por construir un proyecto cultural con el acompañamiento de una comunidad dispuesta a acoger salidas a las tensiones y conflictos que angustian su cotidianidad.

La casa Amarilla, da a la esquina una impresión festiva. No se pasa indiferente por su lado. En los apuntes memoriosos se recuerdan los jolgorios de una zona de burdeles, pero de su huellas sólo queda la estructura del Copinol, prostíbulo y puerto sobreviviente de la trashumancia de los años setenta que vió migrar a sus clientes y damas de paso.  Ahora  es la sede de la corporación Cultural Nuestra Gente, que se instaló en ese sector del  barrio Santacruz, en la zona nororiental de Medellín, destacada en el 2005 como una de las 100 experiencias de Innovación Social de América Latina y el Caribe por el CEPAL – Fundación W.H. Kellogg.

Veinticinco años tiene éste laboratorio comunitario que ha sabido crear una identidad barrial y conjurar los imperativos de la violencia que invadió las periferias de la ciudad. Una decisión de vida, llevó a que un colectivo de jóvenes se disputara en duelo de la imaginación contra las balas, los espacios de una zona, que como casi todas las localidades suburbanas, era el nicho donde se tejía la tragedia de una guerra creada por los intereses del narcotráfico o  por el control social en aquellos sitios abandonados por el estado. Palpitan ahí anhelos, derechos, sueños; los motivan convencimientos morales y necesidades creativas, aspiran a hacer posibles los deseos para mantener las autonomías individuales y posibilitar la convivencia.

Los miedos se rompieron con las convocatorias colectivas, los Festivales y una vez devuelta la confianza se continuó tejiendo las raíces que se extendieron sobre los cimientos imaginarios de la Casa Amarilla, un espacio de puerta abierta, sin exclusión, ni exclusividades, que acoge la pluralidad de los lenguajes creativos, alberga a los grupos de todas las modalidades artísticas, socializa las expresiones que la comunidad crea, mantiene un programa permanente de formación en artes, construye los hilos de memoria que garantizan la preservación de la identidad barrial  y practica la solidaridad para hacer viable ese “universo comunitario.”

La visión del proyecto se aferra a la convicción de derrotar la violencia con las prácticas culturales que tienen la característica de nacer en el núcleo de la comunidad, sus productos artísticos son obra de todas los grupos etáreos organizados bajo modalidades representativas, teatro, danza, música, medios alternativos de comunicación. El arte es una herramienta incorporada a sus vidas, tal como lo expresa su principio misional: “ La Corporación Cultural Nuestra Gente, es un proyecto social construido con la savia del amor que procuran mujeres y hombres que viven una experiencia solidaria llamada cultura”.

La solidez del proyecto destaca dos factores en su desarrollo, en primera instancia una fortaleza que contiene el secreto de su permanencia: la gestión construida  en conjunto y mediada como una acumulación de saberes que dan pie a sus estrategias; en segunda instancia la credibilidad entre la comunidad por lo que representa para el entorno el Encuentro de Teatro Comunitario que se realiza desde el año de 1996 y el proceso de formación de la Escuela de Arte y Vida, que incide directamente en la vida cultural de niños y jóvenes. 

Los Encuentros de Teatro Comunitario, son algo más que un evento, su desarrollo usa el Teatro como un instrumento de creación y convivencia. Los grupos que hacen parte de su planeación y concepto pasan por un proceso de formación actoral, en el cual, la metodología – concebida y trasformada en sus espacios- induce a reflexiones que le proporcionan una visión estética complementada con una mirada sobre la realidad en la que acontecen sus vidas, sobre ella encuentran el material temático que motiva sus fabulaciones y que son llevadas a escena tras un riguroso proceso de montaje, que se percibe al contemplar las obras: en ellas se expresa -bajo una lograda dirección colectiva en la que la crítica y el esfuerzo agotan la exploración creativa-  el universo local representando sus historias, que a su vez, son las historias de su comunidad y que anualmente los congrega en un  ritual que ha puesto la imagen de La casa Amarilla en el corazón de la gente. 

Marco Mejia

Escritor y filosofo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario